2 de abril de 2014

2 de Abril


Ilustración de Liniers (@porliniers) sobre Malvinas

La imagen de arriba me hizo recordar.
Yo tenía 12 años.
Y una banderita de plástico.
En la Tele cortaban los programas con un escudito y una voz diciendo "COMUNICADO NÚMERO..."
Y en una hojita iba tachando avioncitos y barquitos dibujados, copiados de una tabla en revista GENTE.
Como el score de un videojuego.
La Guerra de Malvinas era un videojuego analógico.
Tod@s hablando y vociferando sin tener la menor idea de nada.
Recuerdo a mi vieja tejiendo pasamontañas en crochet para los soldados.
Recuerdo a mi viejo sacando a la medianoche su radio Tonomac para sintonizar Radio Colonia o la BBC, luego rezongando (en voz baja, y en casa) que todo era una locura y que los ingleses nos iban a reventar a tod@s.
Yo sentía que no sabía lo que pasaba realmente.
Luego me fui dando cuenta que l@s adult@s tampoco.



En 1988 hice mi única "rata" del Secundario para ir a una Exposición de la Fuerza Aérea sobre la Guerra de Malvinas.
18 años, y en el colectivo temblaba como si fuera a recibir un Castigo del Cielo. Hoy suena a inocente pelotudo, en ese entonces era lo normal.
Tenía las imágenes de Robotech en mi cabeza, y rodeado de fotos y maquetas de aviones, tanquetas y armas antiaéreas me babeaba.
El videojuego ilusorio en mi cabeza.
Y en una sala oigo a Pilotos Veteranos de Malvinas contar sus experiencias.
Cómo volaban rozando el agua para no ser detectados por los radares.
Cómo estaban con un ojo mirando hacia delante y el otro pendiente del nivel de combustible, para poder aterrizar en la base con la última gota.
Concentrados en no fallar: la misión debía hacerse en una sola pasada.
Y en maniobras sucidas se tiraban a tumba abierta sobre barcos que les tiraban hasta lo que no tenían.
A tal velocidad que las bombas que llevaban las tiraban a ojo.
Pasando sobre el objetivo rozando sus antenas.
O llevándoselas puestas.
Y muchas veces las bombas llegaban, pero las espoletas estaban reguladas para otro blindaje.
Atravesaban el aluminio de los barcos y detonaban al tocar el agua del otro lado.
Había pilotos de Estados Unidos y Francia y Rusia escuchando con la boca abierta.
Yo no respiraba.
Robotech, el juego en mi cabeza, se había ido al carajo.
Y un yanqui, creo, preguntó a los Vets cuánto cobraban.
No me acuerdo la respuesta, sí que el tipo se agarraba la cabeza como diciendo que estaban todos requetelocos, todo eso por la Bandera y nada más.
En unos cascajos desclasados vendidos a un país de cuarta.


Mas también estuvieron los soldados.
La mayoría conscriptos, chicos de 18 a 21 años haciendo el servicio militar, llevados como carne de cañón.
Recuerdo en el Colegio, como tarea, hacer una cartita al Soldado de Malvinas.
Y yo preguntándome qué carajo escribirle.
Ni me acuerdo qué terminé poniendo.
Y de la misma manera los recordó la sociedad.
Volvieron escondidos.
Héroes derrotados.
Héroes olvidados.
Los ocultaron con el Mundial 82.
Reemplazando una gesta futbolera por otra más acorde.
Reemplazando un videojuego por otro.
Hoy me preguntan por qué no veo Futbol por TV.

Leyendo "Los Chicos de la Guerra" de Daniel Kon, años después (aquí una muestra) tuve idea de lo que fué eso. Supongo. Porque del tema se sabe poco y nada.
Morirse de frío en la trinchera.
Cagado de hambre.
Estaqueado en pelotas ante el frío patagónico si al Suboficial se le cantaba.
Con fusiles que se trababan.
O no funcionaban.
Esperando a un enemigo que aparecía en forma de tiros de cañón, a un tiro por segundo.
Un tiro por segundo.
Imaginate explosiones así BUM, BUM, BUM, BUM. Y vos clavad@ ahí en una zanja cagad@ de frío y de miedo, rezando porque una metralla no te saque los ojos o una mano, o directamente te reviente hecho carne picada revoleada.
A los 18-19 años.
Sin contención de ningún tipo ni medida porque a golpes se hacen los hombres.
Y largado a la Vida después de eso, a la Buena de Dios.
Muchos volvieron enteros. Pero todos marcados.
Y nadie les dió bolilla. Me incluyo.
Los tapó la Caída del Muro de Berlín, la Hiperinflación, el Uno a Uno, la PC primero, Internet después, el 2001, la Dékada Ganada.
Todos motivos para mirar hacia otro lado.
Otros videojuegos.

Van treinta y dos años de silencio.
Hoy hablamos y tenemos asumidos en Argentina a los Desaparecidos, la marca de una Generación segada.
Aquí tenemos a la Generación siguiente, sacrificada en pañales a la Guerra.
Y todavía no vemos ni decimos ni hacemos NADA.
Mas hoy en mi TL de Twitter apareció el testimonio de Ariel Torres (@arieltorres).
Sencillo, como en voz baja. Un continental, alguien que no participó en Malvinas pero casi, esperando en Campo de Mayo una guerra que por suerte jamás le tocó.
Y aún así también la sintió.
Aún así también la vivió.
Leer sus tuits me hizo escribir este post.
Aunque en realidad, no tendrías que leerme a mí, sino a él.
Y a muchos más que estuvieron ahí, o relacionados.
Para saber.
Para sentir.
Para reflexionar.
Porque sin vernos en el Espejo que es Malvinas no nos terminaremos de ver.
Porque sin vernos a nosotr@s mism@s seguiremos donde estamos.
Porque creo que nos debemos un Futuro.
Mas no hay Futuro sin Malvinas.
Un Futuro con estos Héroes del Silencio.
Sin videojuego alguno.


24 de marzo de 2014

Her ...o acerca del Amar

Her no es una película.
Es un viaje.
Un viaje por lo que es Amar.
Y si estás atent@, si afrontás lo que venga, no la ves con tus ojos, no la oís con tus oídos, no la interpretás con tu mente.
La sentís con tu Corazón.


El Viaje comienza con un inmenso Joaquín Phoenix interpretando a un Theodore en carne viva.
Gestos simples y voz amable para un hombre en pelotas: alma sangrante afuera.
Ahí lo tenés en la foto: devastado, anulado, en automático, sin sentido ni rumbo ni objetivos.
Atado a un pasado roto.
La Nada misma.
El tipo se anima a comprar un Sistema Operativo no porque sea Geek (¿importa?).
Solo para ver si una diferencia le cambia algo.
Y escucha una voz.
Una voz sin cuerpo que le da la mano.



Con esa voz soltamos amarras.
Zarpamos y no te doy acá spoilers: directamente andá a verla.
Yo acá te cuento lo que ví.
Vi que Amar es un verbo.
Un proceso.
No una cosa.
Y Amar es infinito porque aparece de infinitas formas, en infinitas acciones.
Pues Amar tiene que ver con hacer.
Amar es acompañar.
Amar es estar con otr@
Amar es escuchar, compartir.
Amar es ocuparse.
Un juego donde con otr@ sos más que vos, y a la vez sos plenamente vos y tanto más cuando dejás, fomentás, que quien esté con vos sea más quien es.
Porque un Amar sin crecimiento no es Amar.
Porque Amar es crecer entre Pares.
Un camino que se camina lado a lado.




Vi que el Amar tiene TANTAS formas.
Hay tantos Amares como Corazones.
Hay Corazones en lugares, escalas, con características insólitas.
Y no importa ser grande o chic@, inteligente o bob@, ric@ o pobre, tener una internet en tu cabeza o ser ignorante total, ni siquiera si sos human@ o no.
Porque Amar se da donde le nace darse.
No tiene límites, no tiene restricciones.
Las diferencias lo enriquecen.
Para el Amar, tod@s somos iguales en no querer estar sol@s.
Basta conque seamos Personas.
Que tengamos el Corazón en la mano.



Vi que Amar es una AVENTURA.
Así, con mayúsculas.
Y es una sorpresa y un misterio.
Porque al Amar no lo gobernás.
Sabés que amás cuando estás con Alegría.
Mas Amar también te enseña, y ahí hay inquietud, tristeza, dolor.
Es así el combo: no hay reclamo.
Sufrís porque rompés tus propios límites.
Porque desatás eso que te hacía bien pero te encarcelaba.
Amar te abre los ojos.
¡Y abrir los ojos duele TANTO!
Mas también te regala una sonrisa.
Y ganas de seguir amando.



Vi que Amar es un Desafío.
Y el Desafío del Amar es no convertirlo en amor.
Porque el amor es una cosa, es lo que vos querés que sea.
Y Amar no es la pastillita que tomás o la almohada que abrazás o la idea que te hacés para que todo siga igual, con risas, orgasmos y mimitos.
Cuando ponés condiciones al Amar, lo limitás y perdiste.
Pues Amar exige.
No es para bland@s.
Sorprende, sacude, te remueve TODO. La experiencia no aplica.
Quien parece fuerte en este juego, no siempre lo es.



Y vi que Amar es algo vivo.
Y como todo lo vivo nace, crece y también termina.
Termina por nosotr@s, que somos limitad@s.
Con Amar llegamos hasta donde podemos dar.
Y el gesto más grande de Amar, en ese momento, es dejar ir.
Y dejar ir no es fracaso, sino liberación.
Es darte cuenta de que tu Corazón es más grande.
Es cambiar de rumbo hacia otro Amar.
Porque Amar nunca termina.
Solo cambia de forma, intensidad o escala.
Y si amaste en serio, te diste por enter@, quien estuvo contigo sigue en tu Corazón.
Así jamás estás sol@.
Estás enriquecid@, sos otr@.
Dispuest@ para Amar de nuevo.
Pues Amar es Vivir.



Si llegaste hasta aquí, no te pido que mires esta película como la vi yo.
Por si no te diste cuenta: mencionando al Amar me terminé mostrando a mí.
Hay más  interpretacionesvisionesanálisisopiniones  y mejores que lo que puse aquí.
Las linkeo en agradecimiento: sin ellas no habría plasmado estas palabras.
Mas lo que realmente importa es lo que te diga tu propio Corazón.
Para eso, Her es un hermosísimo trampolín.
Te anima a saltar hasta donde quieras llegar.
Y solo por eso merece verse.
En mi caso, varias veces.
A mí me acompañará de por vida, para caminar así



19 de enero de 2014

Mimitos

Imagen vía desmotivaciones.es

Hay infinitos mimitos: al menos, tantos como personas existen.
Están los besos, los abrazos, las caricias, el tomar la mano de otr@ o apoyarla en la espalda, el hombro, la frente.
Están las palabras de consuelo, de apoyo susurradas al oído, al igual que las palabras dulces y seductoras de l@s amantes.
Están los consejos dados cara a cara en una oficina, habitación o cualquier lugar público que, en ese momento, se convierte en maravillosamente privado.
Están los regalos, las atenciones no esperadas, sorpresas que por más chiquititas que sean te cambian el día, o directamente la Vida.
Están las felicitaciones dadas a los gritos, las jodas de l@s amig@s, los chistes buenos o malos que te hacen sonreír, o directamente mandar tus tristezas y/o preocupaciones a la mierda así sea por cinco segundos.
Están los brindis, las comidas, cualquier actividad que se haga compartida.
También es un mimito, un mimito inmenso, el compartir lágrimas.
Mimito tan extraordinario como el escuchar, sin dar respuesta ni opinión.
O algo tan simple como lo que se ve en la foto, estar junto a otr@ compartiendo el momento, compartiendo silencios.
Hay mimitos hasta para quienes no quieren mimitos: dejarl@s libres, disfrutando su propia paz.
No solo hay mimitos para los momentos malos, de caída, de dolor. También los hay para las alegrías, los triunfos, los deseos y sueños, se cumplan o no. Hay mimitos para placeres compartidos, o tan solo para que un buen momento continúe.
Hay mimitos personales, íntimos, secretos, que solo un@ mism@ se permite y se da.
Asi como hay mimitos que no los dan las personas sino las plantas y animales, la Música y las Artes, un buen vino o licor, un poema, libro o película, un buen sillón, alfombra o hamaca, un aroma o perfume, un paisaje de ensueño o un jardín con flores, una pileta o un pasto recién cortado.
Porque un mimito es cualquier cosa, acción o evento que te haga sentir bien, que te recuerde que se piensa en vos, que se te valora incluso sin conocerte.
Y hay mimitos nuevos, mimitos virtuales: toques y avisos inesperados; tuits y retuits que aparecen justo cuando los buscabas o necesitabas; enlaces o links que te muestran nuevos mundos o te abren puertas que creías cerradas; hastags como el #FF, recomendaciones y saludos que son valorizaciones; mails y mensajes privados que te brindan consuelo, apoyo, energía, esperanza. Todo de gente de la cual, como mucho, solo viste una foto mal sacada de celular.
Gente que tal vez no veas cara a cara jamás en tu vida.

Es cierto, no todos los mimitos tienen buena intención.
Hay mimitos para manipularte, hacerte bajar la guardia, incluso son vehículos para el abuso y la traición. Mimitos que no se dan por entrega de quien los brinda, sino para provocar tu propia entrega.
Mimitos falsos, sin esencia. Que es el interés hacia quien van dirigidos, interés genuino con cuidado y respeto.
Porque todo mimito, cualquiera sea, es una expresión del verbo Amar. Y en un mimito, amar no es preocuparse, sino ocuparse. Ocuparse en acompañar, en compartir, en contener y hasta en dejar libre a otr@.
Mas usar con mala intención los mimitos no es lo peor.
El problema es que no alcanzan.
No hemos creado una Civilización, una Sociedad, una Cultura que mime. Todo lo que nos rodea es hij@ de la Historia, la violencia y la guerra, marcad@ por el poder y la frialdad, tiznado en todos lados por miedos y prejuicios.
Nos obligamos a creer que los mimitos se limitan a l@s chiquit@s y luego hay que erradicarlos antes de ser adult@. Que son prerrogativa de las mujeres cuando son madres, y recurso de seducción para las que buscan pareja. 
Y menos mal que los hombres vivimos hoy una Era en que mimar, o ser sensible a mimitos, no te sentencia. Pero muchos tenemos grabado en el fondo de nuestra mente que mimar es de puto, aún cuando se sea gay. Y no se trata del hecho de ser gay, bisexual o lo que fuese, sino del concepto de que apelar al mimito es degradarse.
Dejamos permitidos los mimitos entre adult@s cuando éstos se enamoran, los rotulamos como herramientas para solo conseguir sexo y/o mantenerlo, y tenemos lista la crítica demoledora si aparecen fuera del marco establecido...
Cuando los necesitamos tanto de chiquit@s, que en realidad nos hacen falta toda la Vida.

Confieso que no me importaron los mimitos. No los quería de chico, no los entendía. Luego creí que no los necesitaba, y en la adolescencia llegué a pensar que tampoco los merecía.
En su lugar, busqué la luz de la Razón. Sin ponerme a pensar que la contención y Sentido que hallaba con eso también son mimitos.
Hace 22 años todo eso se quebró. Los mimitos formaron parte de mi Vida aunque no quisiese, en un largo y resistido aprendizaje que mi ex pareja e hijas tuvieron que soportar. Y que sin duda me llevó a la situación en que estoy ahora: los valoro porque en su mayor parte los perdí.
Mas la Vida me rodeó de personas hermosas que cada día me dieron y enseñaron, y me siguen dando y enseñando, mimitos nuevos.
Y en el agradecimiento por todo eso, empecé el aprendizaje de generarlos, darlos. Así fuese tan solo por no poder corresponder de otra forma todo lo bueno que recibí.
Hoy que construyo una nueva Vida, que reconozco que sin esos mimitos no estaría como ahora estoy, no la imagino sin ellos y por eso escribo este post.
Este Blog trata del Futuro. Creemos que no hay Futuro sin Ciencia ni Tecnología. Me permito agregar que tampoco hay Futuro sin Personas. Y así como necesitamos recursos de minerales, capitales de conocimiento y de Bitcoins, necesitamos con urgencia aprender a generar y multiplicar mimitos.
Los mimitos nos hacen Personas capaces de valorar y disfrutar la Vida.
Los mimitos nos dan un Sentido.


GRACIAS por haber leído estas líneas,
un mimito para vos.

13 de enero de 2014

22º Aniversario

Hace 22 años la conocí.

Yo venía de un 1991 horrible.
Mi mundo, en ese entonces, era la Facultad de Ingeniería Aeronáutica, UTN Regional Haedo. A fines de 1990 ese mundo se había hecho pedazos, cuando tuve un sourmenage que me dejó estúpido (sí, estúpido, la cabeza lavada literalmente) y sin poder hablar. Antes de eso había otro Jorge, rápido, analítico, enfocado, preciso: toda una promesa brillante. Después, entre otras cosas, las Matemáticas y la Física nunca fueron lo mismo: era como si me hubiesen cambiado, dentro de mi cabeza, un edificio firme y prolijo por un flan.
Tener la cabeza así en Matemáticas y Física, cursando una ingeniería, ya era bastante mala cosa. Pero encima me había emperrado en que a pura perseverancia podría remontar todo eso. 1991 me dejó bien claro que no. Me había jugado todo mi Futuro allí, el pequeño futuro que podía imaginarme a los 22 años en mi pequeño mundo, luchando con los trabajos prácticos, jugándome en cada examen, y era fallar y caer y caer.
Si había alguna Magia antes, se había esfumado. Ese camino ya no era viable, no tenía idea de por dónde seguir.
Para los patrones del Jorge de entonces, era el Fin del Mundo.
Mas además, sobre toda esa batalla perdida de antemano que no podía o quería aceptar, había otra. Mi viejo agonizaba consumido por su cáncer de esófago, que lo había dejado hecho un esqueleto. Era verlo esperando la Parca en silencio cada noche al volver de la Facultad, cada mañana al salir a trabajar. Y era, también, el seguir adelante manteniendo la ilusión de que podría haber una mejora, cuando no era así. Cada día era ver a mi Viejo irse un poco más, y ver que sobre la vida adulta que se me venía encima había un poco más de incertidumbre, que tendría que afrontar sin él.
Es TAN raro escribir esto ahora en 2014, ahora que es todo tan diferente... 22 años atrás no había ni la libertad, ni la apertura, ni la actitud ni los recursos de hoy. Tu Viejo representaba el Mundo en ese entonces para tus ojos, no era solo tu viejo. Y verlo irse sin que pudieses hacer algo... era sentir que sobre tu realidad y porvenir avanzaba el vacío.
En octubre de 1991 mi Viejo falleció, y fue acompañarlo en sus últimos suspiros en la Clínica Militar de Campo de Mayo donde estaba internado, ayudar a los enfermeros a sacarle las sábanas y  las sondas cuando su cuerpo aún estaba tibio, ir a reconocerlo a la Morgue para verlo tirado sobre una plancha como un muñeco roto. Supongo hoy el trato a un hombrecito de 22 años será distinto, a mí no me preguntaron ni cómo me sentía ni si quería hacer todo eso: me dieron órdenes.
Ordenes que obedecí, pues me daba todo igual: para mi mente y mi corazón, ya no quedaba nada.

Hace 22 años estaba con amigos en el Sur de Chile, sin estar del todo, aún en shock. En un país diferente, paisajes diferentes, gente, sonidos, cultura y actitudes diferentes. Ser un alien en un mundo alien, sin terminar de entender.
Nuestro bus había salido de Puerto Montt, y buscábamos ir más al Sur. Estábamos boludeando en los asientos traseros, riendo iluminados por el Sol de la mañana. Yo tenía puesto un sombrero de paja de un tío abuelo, también recientemente fallecido; me lo había llevado porque se estaba desarmando y me había quedado la idea romántica de que terminara su ciclo por allí. Junto a nosotros había un montón de chicos que se divertían con el sombrero, a saber por qué, y lo revoleaba para ellos haciéndome el payaso.
En ese momento el bus paró, en medio de la ruta, y subió ella con su grupo de viaje.
Ni me dí cuenta de eso; ni siquiera la vi. Ella a mí, si: notó algo que iba y venía por el aire al fondo del bus, y pensó quién será el idiota que boludea con un sombrero de paja.
Lo que ninguno de los dos sabía era que debajo, en las bodegas del bus, los maleteros habían puesto nuestras mochilas juntas.
Ninguno de los dos imaginaba, tampoco, que nuestros respectivos grupos habían decidido por su lado bajarse del bus en el mismo destino.
Y fue dejar el bus cerca de los Saltos de Petrohué en la Patagonia Chilena, yo en automático ayudando a sacar mochilas y cajas y bolsos, para luego darme vuelta y preguntarme dónde estaban mis cosas. Y que mis compañeros me señalaran una pared diciéndome "¡apurate!". Y ver si por ahí estaba mi mochila, en medio de un montón de paquetes.
Allí estaba ella, mirando enfurruñada al piso, apoyada en su mochila... que estaba, a su vez, apoyada en la mía: así como los maleteros las habían puesto juntas, también las habían sacado y acomodado juntas.
Apurado para no perder mi grupo, sin animarme a decir palabra a una dama que no conocía, lo único que se me ocurrió hacer fue saludarla con el sombrero y ofrecerle la mano.
Y ella levantó la mirada, puso cara mitad de desconcierto y mitad de risa... y la tomó para que la ayudara a levantarse.
Así empezamos.
Y así generamos luego un Universo nuevo, donde muchas veces sentí que no importaba todo lo perdido y dejado atrás, pues había pasado a un estadio más amplio.

Mas pasaron veinte años...
Veinte años y dos hijas y dos profesiones desarrolladas cada uno la suya desde cero, con nada mas que nuestras manos y cabezas, prácticamente sin ayuda...
Veinte años de mucha lucha y poco disfrute, dándole siempre para adelante...
Veinte años donde la ilusión disminuía cada día, para ser reemplazada por la rutina...
Veinte años que ahora miro, donde noto la parte que me toca hacerme cargo:
el convertirme en un buey seteado para llevar a casa un poco de dinero cada día,
el suponer que por tener el anillo de casado puesto, el Statu Quo quedaba establecido y ya no había que ocuparse en renovarlo,
el cuadricularme pensando que nada cambiaría,
el sentirme vacío sin animarme a compartirlo,
el acumular bronca sin asumir tenerla.
¡Oh sí, en una pareja lo mío era el cincuenta por ciento, ella también tenía lo suyo!
Mas a la hora de echarnos todo en cara, el 50 por ciento de cada cual era mucho más que cien.
Y habiendo construído solos con nada todo desde cero, apoyándonos tanto uno en el otro, nos terminamos volviendo uno espejo del otro... con eso todo fue para peor.
Porque a la hora de la queja, de la bronca, todo se multiplicaba, juego de espejos en reacción en cadena que solo se cortaba hasta una nueva detonación.
No fuimos ciegos, nos dimos cuenta, quisimos cambiarlo.
El tema fue que no mirábamos lo mismo: ella notó todo eso de forma consciente, yo de forma inconsciente. Ella trataba de ver qué hacer, y yo veía todo cada vez más negro y me hacía problema.
Luego de las distintas miradas, fueron las distintas actitudes: ella buscó hacer cursos y generar trabajos y proyectos, salir para afuera, mientras yo solo atinaba a empantanarme saliendo para adentro.
¿Una salida mejor que otra? Tal vez ¿y qué más da, si en cualquier sentido cada uno fue para su lado?
Por envidia, por competencia, quizá por sentirnos solos en lo nuestro, tal vez creyendo que así nos haríamos reaccionar para bien, nos comunicábamos con quejas.
Y así nos volvimos como es@s herman@s que comparten siempre el mismo cuarto chico y terminan con las pelotas llenas o los ovarios llenos y ya no se soportan más.
Al final, los pequeños o grandes avances y triunfos de cada uno eran indiferentes para el otro. Ya era bastante mala cosa. Pero encima me había emperrado en que a pura perseverancia podría remontar todo eso, una batalla perdida de antemano que no podía o quería aceptar.
2012 me dejó bien claro que no.
La muerte de mi Vieja fue la cereza del postre. 
Si había alguna Magia antes, se había esfumado. Ese camino ya no era viable, no tenía idea de por dónde seguir. Y yo insistía y lo único que conseguía era fallar y caer y caer, mientras quería seguir adelante manteniendo la ilusión de que podría haber una mejora, cuando no era así.

Y nos terminamos separando, de común acuerdo.
Yéndome de la casa, ella, mis hijas y yo hechos un mar de lágrimas.
Para los patrones del Jorge de entonces, fue otro Fin del Mundo: salir a la incertidumbre como un muñeco roto.

Por si no lo notaste, se repiten oraciones del comienzo. Las puse adrede así, porque realmente se repitieron y no por casualidad.
Si esto muestra un ciclo que se cierra o tengo que cerrar, no lo sé. Solo sé que es un tema mío. Ella me pidió no compartirlo, que la liberara de ello, nada que decirle: siento que está en su derecho.
Por mi parte espero resolverlo, aunque todavía no sepa cómo.
Este post, doloroso para mí, intuyo es un comienzo...

El 13 de enero de 2013 ni se me pasó por la cabeza escribirlo,
estaba demasiado hundido llorando lo que perdí.

Hoy, para poder crear una nueva Vida,
elijo agradecer lo que viví.