Viñeta de Atomic Robo, o el Futuro masticado por el Pasado
Ayer en La Nación Revista aparece como artículo de tapa esta entrevista a Santiago Bilinkis, fundador de OfficeNet, miembro colaborador y organizador de la Fundación Endeavor y las charlas TED en varias ciudades argentinas. A comienzos del 2010 hizo un curso en la Singularity University y estuvo en contacto con investigadores y desarrolladores de técnicas hoy llamadas futuristas, pero que se estima revolucionarán áreas de la ciencia, medicina, tecnología y vida cotidiana. En 2011 estuvo dando unas conferencias sobre lo que vivió ("El futuro del futuro") cuyo video puede verse también en su blog.
Para seguirlo en esa experiencia, yo entré en Twitter y con eso ingresé al mundo de las redes sociales, un mundo del que yo renegaba. Gracias a una oportunidad dada en su blog, puede asistir a un encuentro de emprendedores organizado por la Fundación Endeavor, otro ingresar en un ambiente nuevo, estimulante y complejo, que merece artículo propio.
El año pasado tuve la oportunidad de dialogar con Santiago, una charla que para mí fue muy movilizadora y que todavía me hace meditar bastante: más que nada, porque nuestros enfoques y actitudes son muy diferentes, en muchas áreas no concordamos (o al menos eso creo). Pero en otras cosas nos parecemos mucho: en la inquietud acerca del Futuro y todo lo relacionado a él, en el entusiasmo que genera y repercute estar en esos temas, en la honestidad de sentimientos y en la sinceridad en expresarlos. Santiago cree en lo que dice, busca fundamentarlo, enriquecerlo con matices que, incluso, no le gustan. Uno ve sus ojos y nota el brillo de la pasión, de los ideales. Eso para mí es virtud.
Aún así, Santiago tiene una visión del Futuro que no comparto. Tiene una fe alegre en la tecnología, una visión geek, diáfana, llena de posibilidades. Para mí eso es solo un factor, y no el más importante, en un enfoque con otra sintonía. Pero ambos coincidimos en la idea de que existan visiones de futuro en nuestro país, y vaya aquí mi reconocimiento hacia alguien que no solo tiene los recursos y contactos para propagar su visión, sino que los sabe utilizar.
Aunque ¡ay! eso lleve a un choque violento con una Argentina reacia al Futuro, astuta, sutil y violenta: lo que llamo la Argentina Retrógrada.
La Argentina de hoy presta atención a cualquier cosa menos al Futuro, tanto en mayúscula como en minúscula, en pequeñas y en grandes cosas. Acostumbrada a sobrevivir día a día en lo que sus habitantes denominamos yugarla y zafar, improvisando sin planificar, el planteo del Futuro le parece una tontería, una rareza y se ríe de él como de un razonamiento infantil. Reacción muy argentina, la de minimizar, que se aplica a toda cosa que se presenta como un espejo que nos muestra lo que no queremos mirar, y mucho menos aceptar y asumir.
Me da mucha indignación el estilo que La Nación puso en esta nota: hizo con ella exactamente lo descrito en el párrafo anterior.
Puedo comprender que la periodista que hizo las preguntas sea ignorante en muchos puntos, y eso haya motivado a que la entrevista fuera de menor calidad que lo que creo merecía ser. Pero el comienzo de la nota, el título de la misma y las fotos son otra cosa, ya son tema de los editores de La Nación. Y la verdad, hasta hace unos días tenía entendido que eran profesionales. Hoy me queda claro: son unos mercachifles de cuarta.
Apuntaron a que tienen un público de cabezas huecas con plata. ¿Y que hicieron? Presentaron a un futurista sosteniendo una bola de cristal, como un adivino del Medioevo. Lo denominaron "pregonero del futuro", cuando el término "pregonero" es del rancio siglo XVIII.
No digamos lo de "Marco Polo de camiseta celeste y blanca" que parece inspirado por un Caras y Caretas de 1900.
Terrible insulto.
Un futurista es alguien que estudia, o al menos se interesa, por tendencias que intuye, confirma y/o calcula acerca del porvenir, no es el Futuro porque sí. En otras partes del mundo (que por cierto, La Nación se cuida de dignificar, promover y tomar como referencia), ser futurista es, cada vez más, un trabajo valioso y un recurso importante para la sociedad frente a la incertidumbre que da el mañana. El futurismo implica trabajo científico de análisis, o el esfuerzo de promover y divulgar sus conclusiones al gran público, con el objetivo de poder debatir alternativas, definir desafíos, crear soluciones.
Con la torpe y burda presentación de esta nota, nada de eso se transmite al lector, todo lo contrario. Las ideas que Santiago Bilinkis baraja en la entrevista quedan como los desvaríos de un "nene bien" que se divirtió en una Disneylandia tecnológica. Se presenta al Futuro señalando al Pasado. Lo que se escribe con la mano, se borra con el codo. Un tema potencialmente importante se achata para quedar como excéntrico tema de conversación.
Esto habla más de La Nación en sí que de cómo queda Santiago Bilinkis, que recibe de regalo el rol de ser el pato de la boda. ¿Si él vió esto? Quizá sí, pero hasta dónde tenía opción, no lo sé. En su lugar me hubiera cabreado, con lo cual La Nación posiblemente no me hubiera publicado una palabra.
De esta forma, la verdad, no dan muchas ganas de ser nota de tapa.
Pregunto ¿si el día de mañana Jacques Attali, Raymond Kurzweil, o David Brin y otros futuristas más vienen a dar conferencias a estas tierras argentas, La Nación los presentará con ropa de magos de Harry Potter y varitas mágicas? ¡Oh, por cierto que no! ¡No vamos a faltarle el respeto a eminentes yanquis y europeos! Para eso están los propios argentinos. Así es la Argentina Retrógrada y mediocre, la Argentina garca que no duda en aplastar a sus propios hijos.
Para no ser menos, tenemos los comentarios de los lectores de La Nación, que sirven como estudio sociológico. 80 por ciento, pura reacción y miedo. El 20 por cierto restante, fanatismos en contra y algo a favor. A golpe de ojo, todo provocado más por cómo se presentó la nota que por lo que dice. Agrego aquí en negrita, rojo y mayúsculas: MENOS MAL QUE BILINKIS ES CONSERVADOR Y DESCRIBE TENDENCIAS PROMEDIO...
Si en lugar de él hubiese aparecido un autor de Ciencia Ficción, con visiones avanzadas en serio ¿qué hubiese pasado?
Nada. Porque la nota ni se hubiese hecho. En Argentina, la Ciencia Ficción es algo desconocido, no se considera, no existe, no merece atención. Hasta que viene de afuera, en formato Hollywood como Avatar.
Esto, por supuesto, mientras los futuristas del Norte usan textos de Ciencia Ficción como recursos y fuentes de ideas para sus hipótesis de trabajo.
Ojalá esto fuese solo un tema de desconocimiento o de ignorancia. Eso se arregla. Pero aquí hay un tema cultural, social, más profundo. Más psicológico. Se llama resistencia al cambio, y es tan fuerte que se vuelve innato. Lo innato se considera normal, natural: siempre queda bien, hasta que apenas se asoma una discrepancia (aún con toda la buena voluntad) muestra los dientes.
Sirve como aprendizaje. Los cambios, en general, no entran por las buenas. Así que habrá que arremangarse y pelearla, aguantar y convivir con la Argentina Retrógrada hasta aprender a dejarla atrás.
Posdata especial para argentinos: en este artículo los palos son todos hacia La Nación, medio opositor al Gobierno. En la Argentina polarizada de hoy, está la tentación de afirmar que eso implica que en el bando K Santiago Bilinkis hubiese tenido mejor suerte.
OLVÍDENSE. Con ese criterio, los medios K se hubiesen adelantado, con su característica velocidad y ocurrencia. Para la visión K, la palabra Futuro no parece estar en su vocabulario.
La sombra de la Argentina Retrógrada flota absolutamente sobre todo, todos y todas.
Sirva esto para saber cómo estamos y por qué.