4 de diciembre de 2013

Entrevista a McLuhan, 1973

Herbert Marshall McLuhan (1911-1980)

Como tantas cosas de mi Vida, esta entrevista que publico es resultado de una Red de casualidades y causalidades que mezclan Pasado, Presente y Futuro. 
Comenzó con María Ituarte (@yTuArteMaría), buscando en Twitter libros de la Biblioteca Salvat de Grandes Temas para su proyecto de Arte con Catalina Schliebener. Recordé que mi Viejo tenia varios ejemplares en el Desván de los Tesoros de la casa familiar. El primer libro que encuentro y abro se llama Teoría de la Imagen, y arranca con la entrevista tras esta introducción.
De no ser por María, jamás la hubiese visto y menos leído.
Me voló la cabeza, tanto que la transcribí aquí y capaz pasa lo mismo con vos, que leés estas líneas.
Herbert Marshall McLuhan es un viejo clasico, su famosa frase "el medio es el mensaje" nos resulta habitual, y si no pasa de largo suena como un eco del Pasado. Esta entrevista tiene 40 años. Sin embargo... se ajusta tan bien a lo que vivimos hoy, a nuestro Siglo 21 acelerado e internetizado. Basta con reemplazar "televisión" por Twitter o Facebook, por ejemplo.
Y es raro, bien raro, ver reflejado nuestro Presente en los ojos de un visionario del Pasado, en un documento de época, que se expresa con términos obsoletos que ya no nos significan nada y que linkeo a Wikipedia para que se puedan entender.
Pienso que vivimos en plena Era McLuhan, sin saberlo. Y no me resulta casual que me sacuda: tiene el mismo estilo revelador y provocador de Daniel Molina (@rayovirtual) que se ve en el programa Los Futuristas, en el canal Ciudad Abierta. Y avizora procesos de cambio como los que promueve el Partido de la Red en Buenos Aires, aprovechando el Poder de Internet para hackear la Politica
Demasiadas casualidades-causalidades, para mi intuición, como para dejarla pasar y que no quede registrada en este Blog. Te recomiendo la leas con mente abierta, buscando relacionar mas que entender. Mucha atención a las cuatro preguntas del final.
Creo que no puede mirarse nuestro hoy y nuestro mañana sin haberla leído. Mas lo importante no es eso, sino tus propias conclusiones.



¿Cuáles son los cambios básicos que han producido los mass media en nuestra sociedad?
Teniendo en cuenta que por medios no entiendo únicamente los mass media, sino que mi definición de medio incluye cualquier tecnología que crea extensiones al cuerpo humano y a los sentidos, desde el traje hasta el ordenador, y considerando que las sociedades siempre han estado más condicionadas por la naturaleza de sus mass media que por el mensaje que transmiten, hemos de concluir entonces que cuando una nueva tecnología penetra en una sociedad satura todas sus instituciones. La tecnología es un agente revolucionario; lo comprobamos hoy con los medios eléctricos y lo mismo se hizo hace siglos con la invención del alfabeto fonético.

¿Cuáles son los efectos de la tecnología?
El primero, al igual que ocurre con el dinero, es el de acelerar todos los procesos. El segundo, depreciar lo anterior. El tercero, propio de todas las tecnologías, recuperar cosas del pasado que habían sido olvidadas o abandonadas: el dinero trajo de nuevo el gasto conspicuo y el uso de la propia riqueza para deslumbrar a los demás, un tipo de actividad primitiva que ciertos indios de Vancouver llaman potlatch. Y el cuarto, revertir sobre sí misma cuando ha llegado al límite.
El dinero se convierte en crédito y deja de ser dinero. El lenguaje llega a un punto en que deja de serlo para convertirse de nuevo en signos, señales. Cuando se llega a una situación límite, las palabras se detienen para convertirse en signos, el lenguaje deviene mímica. El mimo se está recuperando en nuestros días. Tal ocurre con la rueda: cuando las ruedas vuelan en el aire con los aviones, pierden su función de ruedas para convertirse en alas. Con todas las tecnologías ocurre lo mismo.

¿Cómo afecta esto a la vida humana?
Totalmente. Los sistemas de crédito se basan en las técnicas de información bancaria. En vez de tener dinero en el banco, en éste hay información, crédito. Ya no se necesita dinero: solo información. Si alguien debe bastante dinero, el banco le dará todo el crédito que quiera, porque adeudar dinero significa que la gente confía en uno. Si paga en metálico quiere decir que no se fían de él.

Pero ¿que relación tiene esto con la información tecnológica?
Que el dinero se basa en la información y que vivimos en un mundo de información, basado en los medios eléctricos.

¿Son los medios eléctricos los que han suplantado la vieja tecnología mecánica?
Si, por supuesto. Los medios eléctricos comprenden el telégrafo, la radio, el cine, el teléfono, los ordenadores, la televisión, etc. Todos ellos representan una extensión de las funciones o los sentidos de nuestro cuerpo, como lo significaban las antiguas tecnologías mecánicas. la rueda es una extensión del pie; el traje, una prolongación de la piel; y el alfabeto fonético, una extensión del ojo que implicó el paso del hombre oral-tribal al hombre visual. El uso de los medios electrónicos nos hace pasar del hombre fragmentado de Gutenberg al hombre integral. La televisión es el más importante de los medios electrónicos: hace permeables a los hombres porque amplía el sistema nervioso central de los espectadores, acabando con la supremacía visual.

Sin embargo, la televisión parece primordialmente visual...
No, al contrario. En oposición a la fotografía o el cine, la televisión es más una extensión del sentido del tacto que de la vista. Su poder táctil se debe a la baja intensidad de la imagen, constituída de miles de líneas y puntos de los que el espectador solo puede captar 50 o 60, con los que forma aquélla. Esto requiere una participación activa y creativa por parte del espectador, al verse obligado a llenar los espacios del mosaico de líneas y puntos para formar las imágenes cuyo mensaje es marcado por el iconoscopio sobre su propia piel. Es lo que llamo un mass media frío.

¿Cuál es la diferencia entre un mass media frío y uno caliente?
Un mass media caliente es el que permite muy poca participación por parte del sujeto, y el frío el que consiente una gran participación; el primero amplía un solo sentido y contiene un alto grado de determinación, mientras que el segundo amplía varios sentidos y contiene un grado muy bajo de determinación. El teléfono es muy frío porque requiere gran atención; la radio es muy caliente, ya que puede usarse como sonido ambiental sin prestarle atención. Una conferencia es también muy caliente; en cambio, un seminario es muy frío.

¿Es esta actuación de los mass media, pues, lo que hace afirmar que "el medio es el mensaje"?
Déjeme explicárselo. Tenemos por ejemplo el coche. El medio no es el coche, sino todo lo que existe debido al automóvil: las carreteras, las fábricas, las gasolineras, etc., todo lo que se crea a su alrededor y que cambia la vida de la gente. Lo mismo ocurre con la electricidad, que ha revolucionado nuestros horarios.
Harold Innis, que fue el primero que estudió los efectos de los mass media, describió cómo la escritura sobre papel en vez de sobre piedra había revolucionado la historia de la humanidad. El militarismo proviene del papiro porque éste facilitaba el envío de mensajes. La caída del Imperio Romano se produjo cuando se secó el papiro. Lo que Innis no sabía es que los papiros del Nilo se secaron porque los romanos habían contaminado el río.

Ha dicho usted que Gutenberg estableció las bases para la Revolución Industrial ¿cómo es posible?
La imprenta fue la primera mecanización de la artesanía, y al crear una secuencia analítica de etapas de producción se convirtió en modelo de la subsecuente mecanización. La tipografía, al fabricar el primer bien de consumo repetible, creó también a Henry Ford y la producción en masa. La cultura mecánica occidental fue modelada por la tecnología de la imprenta. Ahora bien, la era moderna es la de los mass media eléctricos y, dentro de éstos, el más importante es la televisión.

¿Cómo influye en nosotros la televisión?
Recientemente se ha realizado un experimento en la República Federal Alemana y Gran Bretaña en el que se pagaba cierta cantidad a la semana a quienes estuvieran dispuestos a no ver la televisión durante un año. Sólo poquísimas personas resistieron cinco meses, y nadie llegó al año. Quienes lo intentaron acusaron los mismos efectos que produce retirarse de las drogas o del alcohol y sufrieron notables de presiones nerviosas.

Sin embargo, hay gente que prácticamente no ve la televisión nunca.
Si, tal vez no la vean en casa, pero la ven incidentalmente en lugares públicos, están en contacto con personas que la ven y es casi lo mismo. No es necesario tener auto para formar parte de una sociedad motorizada, ni se ha de saber leer y escribir para vivir en un mundo alfabetizado. Estamos viviendo la era de la televisión.

¿Cómo afecta esto a la gente?
La proyecta hacia su interior. Abandona el mundo externo. Es el tema de mi último libro: The executive Drop-out. Trata de Nixon. El colapso de Estados Unidos es un nuevo resultado de la televisión e implica una pérdida de metas y objetivos. Estamos sumergidos en un inmenso mar de movimientos informativos que permiten incorporar en el hombre a toda la Humanidad. El hombre alfabetizado sucumbe al de los mass media electrónicos. Pero la naturaleza del movimiento de información eléctrica descantraliza, mas que complica, la familia humana, creando múltiples experiencias tribales. Especialmente en países muy alfabetizados esto resulta traumático y provoca crisis de identidad, generadoras de violencia. No es fácil vivir en esta época, sobre todo para la gente joven condicionada por la televisión, que es a quienes más afecta esta crisis de identidad.

Entonces, su aserción de que los mass media nos hacen vivir en un pueblo global, en un mundo tribal ¿no tiene un contenido positivo?
Todo lo que significa es una supresión del espacio y del tiempo, que dejan de existir a velocidad eléctrica. Todo supone un incremento de velocidad. La explosión demográfica es únicamente velocidad. Nada tiene que ver con cifras, solo se refiere a la mayor proximidad de la gente.

¿Significa esto que las relaciones humanas son mejores?
No, porque la gente vive mejor cuanto más separada está de los demás. El concepto de pequeña población no significa la existencia de unas relaciones cordiales. En los pueblos, la gente critica, espía, odia... Es como una familia: no hay ambiente más salvaje que el de una familia. El American way of life empezó en los primeros pueblos coloniales, pero las ruedas del automóvil, al mejorar la vida de sus habitantes, destruyeron su intimidad, porque todos tomaron sus coches y desaparecieron en distintas direcciones.

¿Cree que la tecnología está destruyendo al hombre?
Está destruyendo completamente el mundo occidental.

¿Y los países del Tercer Mundo?
Los países llamados atrasados empiezan con la radio, que causa en ellos los mismos efectos que el ron y la bebida en los indios.
Los enloquece porque los aproxima a otras culturas. Los países del Tercer Mundo y otros, como la Unión Soviética y China, tratan de obtener lo que teníamos en el siglo XIX, que a nosotros ya no nos interesa. Por otra parte, la electricidad nos destruye porque acaba con la alfabetización. No se puede vivir en el mundo interior del circuito eléctrico y mantener la letra escrita. La electricidad destruye la individualidad.

¿Cómo?
El individuo privado no se siente cómodo en condiciones eléctricas. Está demasiado cercano a los demás individuos y pierde su identidad. Es un hombre en la multitud, no es nadie, y debe luchar para demostrar que es alguien. Por tanto, a más electricidad mayor violencia. La gente no lucha porque odie a los demás, sino para demostrar que tiene una identidad propia. Si alguien va a un sitio donde no lo conocen tiene que ser "duro" y agresivo. Actualmente, el único lugar donde se puede estar solo es en un gran hotel urbano. Tal como vive Howard Hughes. Si saliera a la calle, la gente dispararía contra él. Es prisionero de su riqueza.

En cierta ocasión dijo que el sexo era una compensación a la vida multitudinaria. ¿Se relaciona esta afirmación con la agresividad de la que está hablando?
El sexo es una forma violenta de establecer la propia identidad. Por otra parte, lo unisex y la homosexualidad implican una pérdida de identidad. El hombre eléctrico tiende a convertirse en homosexual debido a su pérdida de identidad. No sabe si es hombre o mujer porque, integrado en una multitud, no es nadie. En realidad, un mundo que cree que el sexo lo es todo es un mundo sin sexo. El hecho de que se tengan que dar clase de educación sexual en las universidades, como está ocurriendo actualmente, significa que el sexo ha desaparecido.

Dice que "el Arte es el modo de adaptarse al medio ambiente" pero ¿puede el Arte ser una solución?
Hay dos maneras de aproximarse a la noción actual de Arte. Cuando el 4 de octubre de 1957 se puso en órbita el Sputnik I, nuestro planeta quedó envuelto en una placenta, la Naturaleza terminó y el mundo se transformó en una forma artística que tenía que ser programada. En otras palabras, el Arte dejó de ser un lujo para convertirse en una necesidad.
La otra forma de concebir el Arte es considerar que el hombre es un robot que actúa como servomecanismo de la máquina, y a quien el artista con su obra produce un shock que lo hace reaccionar y apartarse de su condición de robot. Los hombres sin Arte son robots. La función del artista es enseñar a relacionarnos con el medio ambiente creado por el hombre. El artista es quien percibe las alteraciones que los nuevos mass media han producido en el hombre, quien comprende que el futuro es ahora; es el artista quien utiliza su trabajo para preparar las bases para el cambio. La mayoría de la gente ignora la influencia que los mass media ejercen sobre ella: desconoce que el medio -y no el contenido- es el mensaje. El contenido del mensaje no tiene interés; lo que importa es darse cuenta de cómo el medio cambia nuestros sentidos y nuestra capacidad de percepción. Si un hombre del Medioevo se sentara ahora entre nosotros, no vería lo mismo que vemos nosotros en esta habitación. El coche, la radio, la televisión... todo está reflejado en ella.

¿Qué significa concretamente el automóvil?
En Estados Unidos es un medio de obtener intimidad y soledad, en el resto del mundo es todo lo contrario. Me di cuenta de esto al observar que los estadounidenses no toleran los anuncios publicitarios en el cine y los europeos si los admiten: es porque aquéllos salen y van al cine para estar solos. La televisión, a los estadounidenses, les trae el mundo exterior a su hogar, los hace partícipes del caso Watergate, destruye su sensación de individualidad, su identidad. Por esto salen en coche para obtener intimidad.

Todas sus ideas y teorías son sorprendentes y revolucionarias pero ¿cuál es su actitud y su opinión privada respecto de sus teorías?
Toda mi obra es una sátira y mi actitud es satírica. La gente se la toma en serio y creen que les estoy dando consejos sobre lo que deben hacer, pero lo que yo les digo es "que se tiren al agua". Porque el medio es el mensaje, lo que el público entiende no es lo que se le dice, sino lo que quiere entender. Es la pura realidad. La gente vive en una nebulosa de la que no quiere salir. Es mejor creer que la vida es sueño, como decía Calderón.

Si, pero personalmente ¿qué opina de las teorías?
Creo que los cambios que se producen son nefastos. Espero que surja una sociedad retribalizada libre de la fragmentación y alienación de la era mecánica. Sin embargo, el proceso me desagrada porque soy un hombre de letras y me molesta esta disolución de la tradición en la envoltura eléctrica de los sentidos, como siento esa dolorosa búsqueda de identidad en una sociedad que se desintegra.
Espero que en las próximas décadas nuestro planeta se transforme en una forma artística y que el nuevo hombre esté unido a la armonía cósmica que trasciende el tiempo y el espacio; pero, mientras tanto, el proceso de cambio es como una larga agonía.

8 de julio de 2013

Incursión



- Cinco minutos – dice el Hada.

Mi mano derecha suda sobre la palanca de avance, mi estómago se tensa por la angustia, mis ojos no dejan de moverse ante el paisaje y los datos superpuestos en el cristal de la cabina. 
Delante, una tormenta de energías multicolores, con destellos, explosiones y hexágonos superpuestos en tonos de arco iris. Mi mente no acepta que una batalla en el Espacio no tenga sonidos, y los crea en mi cabeza: con ellos se nutre mi miedo.
En la esquina superior derecha de mis anteojos, Poly:

ESTAS IAs SON UNAS MUERTAS
LA PUERTA NO SE ABRE
AHORA ME TOCA A MÍ

Los datos pasan en vorágine por el cristal: enjambres de máquinas de guerra, dirigidas por Inteligencias Artificiales de grado militar, se alejan de la Puerta tras machacarla para abrirla sin éxito. Mientras, mi Barquichuelo gira y apunta su cañón antimateria de proa.

TOMÁ ESTO HIJA DE PUTA

Un flash de luz, un loto cósmico florece ante mis ojos: lloraría por tanta belleza, si no supiera lo que es.
La mano del Hada empuja la mía sobre la palanca y avanzamos hacia ese hermoso infierno. Rápido, MUY rápido. No tengo tiempo de decir nada: entorno los ojos para pilotar dentro de enceguecedora plasma de alta energía…
…y llegamos a una oscuridad total. 
Enciendo todos los focos y nuestro módulo brilla como un sol, lanzando bengalas multicolores todo alrededor. Seguimos yendo demasiado rápido: rozamos crestas y bordes afilados. No nos hacernos pedazos de milagro. 
La voz tranquila del Hada señala una luz al frente:

- Hacia el Fondo.

Apunto hacia la luz y clavo frenos. Los retrocohetes braman y el módulo cruje,  veo triple y me duelen los dientes. La luz se acerca y el terreno en torno a ella también, más y más y más y CRANCH!

LINDO IMPACTO
TIENEN CUARENTA MINUTOS
DALE NABO, MOVÉ BIEN LOS PIES

Un doble chasquido: el Hada destrabando su fusil. Choca verla tan chiquitina, con un arma tan grande como ella, usando dos dedos de su mano para oprimir el gatillo. Más chocante todavía: que te mire con esos ojos amarillos de lobo.
Con eso vuelvo a la realidad.

- Fuera  - dice ella.

Salgo de la cabina ajustándome el casco. Aparte del Hada y de mí, decenas de drones levantan vuelo, panteras robóticas estiran sus patas y saltan para alejarse del módulo. El aire es respirable y huele a frío, a sudor y a miedo. Levanto la vista: estamos en el fondo de un pozo inmenso e irregular, con la explosión que nos dejó pasar en el cenit. Las paredes brillan húmedas en tonos rojos y negros. 
El Hada me da un manotazo en el culo, pasa a mi lado señalando el fusil que todavía no tomé y salta. Hay baja gravedad; aun así, sorprende que se eleve tanto. Y luego extiende sus alas: inmensas filigranas con dibujos azules, rojos y dorados, vitraux vivientes. 
Es para quedarse con la boca abierta, mas ya me han retado demasiado. Tomo y destrabo mi fusil, luego brinco: una curva de diez metros, tocando el suelo con mis botas con servos, verdaderas botas de siete leguas. 
Mis suelas pisan una infinita alfombra de fino coral cristalino negro, millones y millones de ramitas microscópicas partiéndose con cada impacto de mis pies, crujiendo como hojas secas: BASH, BASH, BASH. 
Cuesta creer que estoy cruzando a grandes trancos una memoria viviente, todos esos infinitos coralitos almacenando datos desde (tal vez ¿por qué no?) el comienzo mismo del Universo, sin importar mis destrozos pues se reconstruyen solos. Lástima que no sabemos qué datos guardan y cómo se pueden leer, por no decir qué o quién los creó (o cómo se pudieron desarrollar) y con qué fin. Por eso estamos aquí. Por eso soy el primer humano pagando derecho de piso en este lugar, fusil en mano, tras la Alianza con las Hadas que Cristina firmó. Y no sigo más: ya lo retuiteé hasta el cansancio mientras venía para acá.
Tiros. Alzo la vista y ante mis ojos, explosiones y trazas brillantes entre datos que apenas leo. El Hada dispara contra los Guardianes, los Glóbulos Blancos de esta memoria viva.
Frente a mí, brota una sombra de la nada. Abro fuego, sin dejar de correr: las balas cohete trazadoras chocan contra hexágonos del luz multicolor, expresión de los campos que protegen al Guardián. No me interesa reventarlo, lo que no quiero es que me detenga, mientras escolto a mi compañera voladora hacia la luz que eligió como objetivo.
Dejo atrás a ese primer Guardián, y aparece otro y otro y otro. Mas no estoy solo: así como el Hada tiene su escolta de drones, las bestias robóticas dirigidas por IAs grado militar me rodean en círculo de interdicción. Más rápidas que yo, se adelantan, se cruzan, me cubren y atacan sin que les diga nada. Si no lanzan diminutos misiles desde sus lomos, vomitan balas de sus bocas o directamente atropellan con zarpas de doble filo y el impacto de sus masas de cientos de kilos.
Eso tranquiliza bastante.
Tranquiliza hasta que los Guardianes se ponen duros, y ves que sacuden a tus escoltas haciéndolas retroceder en el aire, algunas desarmándose como muñecos rotos.
Ay, ay, AY.

TREINTA MINUTOS
SI NO CONSIGUEN ALGO
HUYAN BOBOS

Me detengo con tanta violencia que mis botas levantan una nube de cristalitos negros. Cien metros delante de mí, una pared de Guardianes. Sus campos reflejan las luces de las explosiones de arriba. No disparan, mas lo sospecho: arremeterán. Tras ellos, un fino pilar, como un tallo, elevándose con la luz que busca el Hada en su extremo más alto.
Apunto con mi fusil, su radar y el de mi casco triangulando el blanco. Grito a mis bestias que lancen todos sus misiles al mismo punto, y disparo. Lo consigo: el pilar se parte, la luz se cae en cámara lenta, con tanta buena suerte que lo hace en dirección a mi compañera alada.
El Hada avanza, y la luz se apaga.
La pared de Guardianes también avanza. Un frío me recorre el cuerpo.
Miro hacia arriba: el Hada gira en el aire como un trapo al viento.
No pienso: corro hacia ella. Y con el impulso de la corrida, salto. En el aire me doy cuenta que dejé el fusil tirado por ahí, mas en ese momento consigo agarrar al Hada y rezo porque pueda caer parado sin quebrarme las piernas. 
El primer impacto me permite saltar de rebote. En el segundo caemos de costado y rodamos. Maldigo: si al Hada no la mataron los Guardianes, con semejante rescate la mato yo. 
Pero respira.
Y tiene su panza ensangrentada. También las Hadas tienen sangre roja. Grito:

- ¡POLY!

MIERDA   MIERDA   MIERDA
MIERDA   MIERDA   MIERDA
MIERDA   MIERDA   MIERDA
MIERDA   MIERDA   MIERDA

Una pantera robótica aparece de repente a mi lado, su mensaje titilando en amarillo sobre negro en mis anteojos:

UP!

Y regreso al módulo cabalgando una bestia robótica de guerra, saltando en inmensos arcos y sosteniendo a un Hada con los brazos, perseguido por masas de Guardianes. Mi cabalgadura se concentra en esquivarlos. Los drones y demás bestias, a mi alrededor, les disparan o directamente se les tiran encima. Cuando ya no tienen munición, detonan: se sacrifican para que los podamos dejar atrás. 
Es un escenario de película, de videojuego inmersivo. Millones pagarían fortunas por vivir lo que vivo ahora, un orgasmo de romanticismo.
Mas estoy atiborrado de adrenalina, con la garganta tensa y amarga. No estoy gozando nada. Me duele el cuerpo al sostener al Hada, para que no se me caiga. Sudo como un burro de los nervios. Jadeo temblando de miedo.
Temo cagarme encima.
En los dos últimos saltos trepamos la inmensa masa de cohetes y amortiguadores del módulo. No se cómo consigo poner al Hada en su asiento.  Me tiro en el mío, mirando con horror que los Guardianes trepan por los amortiguadores, metros más abajo. Suenan todas las alarmas.

TRES MINUTOS
LA PUERTA SE CIERRA CARAJO

Manoteo todas las palancas de avance. La cabina salta hacia arriba sin ningún cuidado, con total desesperación. Huye a toda potencia dejando al módulo y todo lo demás atrás. 
La violenta aceleración me hace ver todo borroso, luego todo negro.



Horas después, estoy sentado junto a la cama del Hada. 
Apenas Poly nos recuperó, un ejército de robots le dió auxilio médico, la bañó y la acostó con atención personalizada de Spa al 500%. 
Mi Barquichuelo, vía StarNet, se puso en contacto con el Mundo de las Hadas, y Poly intercambió datos médicos a tal grado que se volvió referente sobre el tema. Por supuesto, con eso ya estaba negociando para que le multiplicaran el sueldo. 
En mi caso, desperté en mi litera… tal como había llegado. Apenas mi examen dio OK, toda la atención fue hacia el Hada. Aunque lo más probable fuese que Poly, celosa, me la quisiera hacer pagar. Lo pienso pues al abrir los ojos, lo que primero vi fue:

SIEMPRE CON MAS CULO QUE CABEZA
Y TU AMIGUITA ES PEOR QUE VOS

El Hada parece una muñequita con los ojos cerrados, tapada del cuello para abajo por una Manta Médica con nanosensores y nanoaplicadores de medicación para las heridas. 
Su imagen de paz me da ganas de dormir, mas no cierro los ojos: sigo pensando en lo que habíamos vivido. 
La incursión no está caratulada como fracaso. La MiliTwitter y el Twitter de las Máquinas arden: infinitos tuits redefiniendo paradigmas y escenarios, o creando nuevos en segundos. 
Solo con esta incursión, se replantea todo el concepto de combate en el Espacio. 
Solo con esta incursión, miles de teorías sobre la colaboración entre Máquinas y Seres Vivientes se crean, corrigen o desechan en ese instante, en Tierra y el Mundo de las Hadas. 
Hasta mi pantalón tuitea cómo está mi trasero, tras la cabalgata sobre la bestia robótica de guerra.
Habíamos ganado muchísima experiencia, recopilado una astronómica cantidad de datos. Sin embargo, sobre el lugar que habíamos visitado no sabíamos más que cuando ingresamos. Habíamos tenido una oportunidad de alcanzar algo nuevo: tomar aquella luz, antes de que al Hada la derribaran. 
Me deprimo pensando cuántas cosas podía haber hecho mejor, hasta impidiendo que el Hada terminase herida. Mas qué podía pretender yo, si de tan tosco y quedado ni siquiera me había molestado en averiguar su nombre.

Arinami.

El Hada me mira. Ahora sus ojos tienen color oro.
Recuerdo los rumores sobre las Hadas: que son brujas, que leen las mentes. Suspiro, entendiendo. Y busco no ponerme colorado. 
El Hada Arinami hace un gesto, señala su chaleco de batalla colgado al lado de su cama. 
Dudo. Ella insiste. 
Encuentro en él un cierre oculto. Apenas lo abro, luz multicolor brillante encandila mis ojos. 
El Hada sonríe:

- Ahí está. 



28 de junio de 2013

Nieve

- Cuento publicado en la Revista Próxima en su Número 18, con ilustración de Pedro Belushi


Apenas un rayo de sol toca su cara, él despierta. Lo primero que hace es agarrar su mate. Abre la puerta con cuidado, se asoma al exterior.
Su mano derecha toma un puñado de nieve del suelo, sus dedos lo frotan buscando ablandarlo, lo introduce en una abertura del mate y cierra la tapa. Un leve pitido le dice que esa nieve se está calentando, derritiendo hasta llegar a temperatura justa: tiene unos minutos para ponerle yerba. Deja al mate en el centro de la mesa, en el centro de su casa, antes de ir al baño y ponerse abrigos.
El desayuno, como siempre, es afuera. Como siempre, el fresco helado de la mañana le despierta más que si se lavara la cara. Tomando mate, mira en derredor: en torno suyo siempre el mismo paisaje blanco, los mismos árboles, las mismas montañas, la misma nieve caída la noche anterior, el mismo silencio.
Mas ese día no es el mismo cielo.
Ve algo rojo en lo alto, apenas perceptible. Se queda sin aire.
Le tiemblan las manos.
Aferra su mate y toma un largo sorbo, así se serena. Luego entra en la casa como una tromba, y sale con los anteojos mágicos. Confirma lo que supone: un abanico de paracaídas rojos, sosteniendo algo blanco. Tomando mate, sigue el descenso de ese objeto para determinar su trayectoria. Cuando ve que va hacia el Bosque del Sudeste, resopla con disgusto.


Media hora más tarde está cerrando su casa, un viejo fuselaje reciclado recubierto por una loma de tierra y escombros. En la puerta todavía se lee ROLCON 97 en letras gastadas verdes, con tipografía militar. Con movimientos rápidos y eficaces, oculta puerta y ventanas con ramas y nieve.
No sabe qué es un ROLCON 97, si antes se lo preguntó ya no le interesa. Tampoco cómo ese refugio fue a parar allí, si alguien lo habitó antes que él y para qué. Toda su atención está en que nada falte en su mochila, que el cuchillo esté bien puesto en su cinturón, que el carcaj tenga bastantes flechas, que la cuerda de su arco no esté floja.
Y en especial, que el mate esté contra su pecho, bien sostenido por el abrigo y con la bombilla flexible al alcance de su boca.
Sus anteojos mágicos se polarizan al percibir los reflejos de la nieve, tomando color azul oscuro. Apenas mira al cielo y enfoca al objeto de los paracaídas rojos, hacen ZOOM sobre él. Se pone a caminar, y le muestran un mapa. Tampoco se pregunta cómo pueden hacer todo eso, con solo tenerlos puestos.
Solo se concentra en caminar sin hacer ruido, sin dejar de mirar en toda dirección. Lo consigue: silencio sobre silencio.
El calor del mate contra su pecho le acompaña.


En la cima de una loma de puro hielo y nieve, confirma que la carga de los paracaídas rojos terminó en el Bosque del Sudeste. Es un día y medio de viaje.
Resopla molesto mientras baja corriendo la loma. No le gusta estar expuesto, destacar entre lo blanco. Se siente más cómodo entre los árboles. Y  acompañado por los árboles recibe a la noche. Se acurruca junto a un tronco, cuyas raíces forman un leve hueco. Todavía el cielo está despejado: las dos lunas están llenas. Sobre la nieve danza lentamente un doble juego de sombras.
Su mano derecha toma un puñado de nieve del suelo, sus dedos lo frotan buscando ablandarlo, lo introduce en una abertura del mate y cierra la tapa. Con eso se dará calor, aunque caiga nieve otra vez.
El problema no es que se duerme rápido, sino que sueña…
Sueña con la soledad, la desesperación, la angustia, el llanto, la incertidumbre. Sueña con sonidos: golpes, sollozos, tiros, gritos. Cuando aparecen las caras, ya es demasiado. Despierta sin aire.
Le tiemblan las manos.
Toma mate una y otra vez, hasta que se calma. Pero no puede volver a dormir. Mira en silencio los copos de nieve que caen al amanecer.


Al día siguiente camina, camina y camina.
De su mochila saca una bolsa de bizcochos, que mastica de a uno y alterna con sorbos de mate. Se detiene solo para orinar y cargar nieve. Cuando hace ambas cosas, mira en derredor.
En todo momento cuida que el mate esté contra su pecho y de ahí no se mueva. Antes tenía uno más, que se le cayó: dejó de funcionar. No puede arriesgar el que le queda. No es solo su mate, lo que le tranquiliza, anima y relaja: es su fuente de calor y su única compañía.
Antes de llegar a su objetivo, da un rodeo. Los anteojos mágicos le indican que el objeto caído está apoyado contra un monte, y lo trepa del lado opuesto para mirar desde arriba. Se siente seguro: la cima está cargada de árboles. Mira hacia abajo, oculto por las ramas.
Allá abajo, un módulo de carga color blanco, con una puerta abierta. Se queda sin aire.
Le tiemblan las manos.
Sorbe un poco de mate, y en silencio busca acercarse más. Su corazón ruge. Los anteojos mágicos hacen ZOOM máximo: ante la puerta ve un montón de huellas superpuestas que se dirigen hacia los árboles más próximos.
Maldice en silencio. Esperaba un módulo con provisiones como en otras ocasiones, no esto. Piensa en las reservas menguantes que le quedan en su casa. Su estómago gruñe y eso le enfurece.
Sin dudarlo saca una flecha del carcaj, con ella tensa el arco. Su mente y su cuerpo se vuelven más fríos que la nieve que pisa y el aire que respira: está de cacería. Se pone en movimiento, en absoluto silencio. Trota y se esconde siempre que puede. Mira a los lados, hacia atrás, hacia arriba. Si se detiene, se inmoviliza para oír y oler.
Actúa como presa, pues antes fue cazado. Se repite a sí mismo que está de cacería para que el miedo no aparezca.
Arco y flecha se mantienen firmes, aunque sepa por experiencia que no son armas frente a metralletas o balas cohete: solo dan muerte desde cerca y en silencio. La única y verdadera arma que tiene es él mismo.
En un momento sopla el viento y oye una voz, parece un grito. Aguza el oído: otra vez el grito. No entiende lo que oye, y se agacha. Su mano derecha toma un puñado de nieve del suelo, sus dedos lo frotan buscando ablandarlo, lo introduce en una abertura del mate y cierra la tapa.
Toma un sorbo de mate con el ceño fruncido: los cazadores no emiten sonido. Sacude la cabeza para no pensar. No quiere dudar y sentirse vulnerable.
Corre en dirección al grito, silencioso como una sombra entre los árboles. No puede perder tiempo, actuando así corre con ventaja.


Llega al borde de un claro y los ve: son tres, en grupo, al descubierto.
Levanta el arco, la flecha tensa: al menos caerá uno.
Pero duda.
Las piernas le flaquean. Algo no le está cerrando. En su duda avanza unos pasos, y con eso deja de estar cubierto por los árboles.
Lo ven. Y emiten gritos que no entiende, pero oye.
Su cuerpo se da cuenta antes que él: sus brazos bajan el arco, cae de rodillas.
Le tiemblan las manos.
El chico no tiene más de 15 años. Se detiene agitado a unos metros antes de decirle, confundido “Papá…”
Tras el chico se acercan corriendo los otros. Reconoce las voces en los gritos. Las lágrimas ardientes no le dejan ver las caras,  mas sabe que son las mismas de sus sueños.
Un inmenso abrazo une a los cuatro, a él con su mujer y sus hijos. Se queda sin aire, su corazón a punto de estallar.
En el abrazo, el mate se suelta de su pecho: se escurre entre su ropa y cae en la nieve.
No le importa.

20 de febrero de 2013

El Desván de los Tesoros

Hoy que se habla de la muerte del libro, de que no hay interés por leer, cada tanto miro notas para fomentar la lectura en los pequeños.
Todas hablan de padres junto a sus hijos, proponiendo estimularles en la lectura: leyéndoles cuentos, mimándolos, acompañándolos y hasta sobándolos con tal de que "se enganchen", "sientan" las Historias que llegan a ellos.
Permítanme contarles mi caso, que fue completamente distinto.

Mi papá leía mucho, y cuando digo mucho quiero decir MUCHO. En especial, amaba las historietas: en su momento estudió en la mítica Escuela Panamericana de Arte, con la gracia de tener de docentes a sus ídolos: los dibujantes Hugo Pratt y Alberto Breccia. Nunca me dijo abiertamente por qué no ejerció luego lo que disfrutó tanto aprender; pero en compensación, durante el resto de su vida vivió coleccionando cuanta revista de historietas apareciera en los kioscos.
Mas su interés no se limitaba a lo anterior. Hablamos de los años 70 y 80 del siglo pasado, época dorada donde lo que hoy vemos en Internet solo se encontraba en papel: diarios, revistas de opinión, libros, enciclopedias en fascículos semanales. Mi viejo se enganchaba con todo eso y no había fines de semana en que no apareciera con una pila de cosas bajo el brazo y una sonrisa en los labios.
PERO, pero... mi papá era muy introvertido, muy aferrado a sus cosas. Así que lo veía entrar en casa con su alegría semanal, directo a su cuarto... y qué lindo verlo contento. Porque todo lo que compraba era solamente para él. No lo prestaba, ni lo comentaba siquiera: directamente lo escondía, cosa de que nadie más que él pudiese tocarlo.
Sumemos a eso que no era muy demostrativo de cariño que digamos, y rara vez se molestaba en compartir cinco minutos conmigo. Para el chico que era yo entre mis 6 y 10 años, supongo que era un escenario bastante triste. Quién sabe si mi compulsión a leer era solo para poder estar más cerca de mi papá.
Y ahora vamos a la historia de este post.
Mi viejo no era tonto: sospechaba que yo intentaría echar mano a sus cosas, apenas mirara para otro lado. Asi que guardaba sus libros, fascículos y revistas en el desván de la casa donde vivíamos. Inicialmente el desván iba a ser un primer piso, pero como no alcanzó el dinero se hizo el techo directamente. Y quedó una especie de cueva, que hacía de bolsa de aire entre el tejado y el resto de la casa. Por un lado, eso hizo que la casa fuera fresca en verano y caliente en invierno; además, como el ambiente en ese lugar era extraordinariamente seco, el desván era ideal para conservar indefinidamente toda clase de papeles.
Para acceder al desván solo había una entrada, a la que se llegaba por una escalera de mano apoyada en una pared: una escalera de obra larga, de cuatro metros, medio desvencijada pero aguantadora. Mi papá subía solo, se quedaba un rato para ordenar todo, cerraba con llave y bajaba todos los sábados y domingos.
El resto de la semana era la Aventura para mí.
Cuando no tenía nada que hacer, estaban los deberes del colegio cumplidos, mi abuela (que nos cuidaba, a mí y a mis hermanos)  estaba ocupada en otra cosa y mi viejo no había vuelto aún de trabajar, tenía algo de tiempo - veinte minutos, media hora - para animarme a subir.
¡Vaya si tenía que animarme a subir!
Para mis ojos de entonces, la entrada al desván estaba dos pisos arriba.
La maldita escalera se meneaba bailando la conga mientras la trepaba, los escalones estaban demasiado separados. Cuántas veces bajaba del susto, respirando agitado, tanto que capaz ahí se gestó el miedo a las alturas que tengo.
Si llegaba a la puerta... tenía una manija que parecía un gancho y una cerradura a tambor. Había solo una llave para abrirla, en un llavero junto con otras quince iguales. Y cuál de todas era. Así que me aferraba a la manija con una mano, tanteaba el llavero con la otra, mientras rezaba para no caerme con las piernas temblando, y que no me descubrieran ahí arriba que se me armaba la gorda.
No puedo contar cuántas veces tenía que abortar porque se me caían las llaves, o no daba más y bajaba muerto de miedo de caerme. En otras ocasiones, era largar todo por oír a mi abuela buscándome. O peor, oír que mi viejo llegaba temprano con el auto.
Y era intentar e intentar e intentar hasta que un día, por fin conseguí abrir la bendita puerta.
Lo que veían mis ojos era el batiburrillo que ven en la foto:
...mas para el niño que era yo, era la Tumba del Faraón Desconocido, el Tesoro de los Reyes Marcianos, lo más grandioso y misterioso que puedan imaginarse.
Todavía me acuerdo lo que fue esa primera apertura, porque estaba con el tiempo justo: apenas pude abrir la puerta la tuve que cerrar, para que no me descubriesen. Pero ¡AY! no memoricé cuál era la llave, no podía ponerle marca alguna, y tuvieron que pasar días, semanas hasta poder abrirla de nuevo.
Cuando al fin pude poner un pié dentro del desván, para mi corazón era lo mismo que pisar la superficie de la Luna.
Por supuesto, esto apenas era el comienzo: no sabía lo que había ahí ni dónde, y no le iba a preguntar a mi papá. Así que vino un largo tiempo de exploración, hoy diría de mapeo, donde tuve que aprender a organizarme, a tomar nota mentalmente, a ser metódico con una linterna en mano y el reloj en la otra, porque ninguna expedición ¡ninguna! podía durar más de media hora.
Pero qué importaba, si podía mirar los tesoros ocultos en el armario del fondo:
Enciclopedias ilustradas, revistas sobre Tecnología, Ciencia, Historia, Geografía y Arte. La colección de revistas "Más Allá", leyenda en Argentina, que me enseñó lo que es la Ciencia Ficción. Y por supuesto, revistas de historietas e ilustración argentinas y europeas, que me enseñaron belleza primero y el erotismo unos años después, según fui creciendo...
Todas cosas que leía a escondidas durante meses, durante años, en tramos de media hora como máximo. Sin poder dejar marca ni señalador ¡mucho menos doblar la esquina de una hoja! Y cuidando dejar todo exactamente como estaba al llegar.
Allí aprendí a leer rápido, a recordar, a desarrollar síntesis para no perder tiempo.
También aprendí a tener aguante: en verano, ahí arriba tranquilamente podía haber más de 40 grados; y en invierno, el frío te calaba los huesos así subieras con tres mudas de ropa puestas.
En ese lugar aprendí que leer es una aventura maravillosa, en muchos sentidos: una aventura cuyos resultados me los gané a pulso.
¿Alguna vez mi papá se enteró de todo esto? Seguro que sí, aunque nunca me dijo nada: un gesto de complicidad que entendí después de que falleció.

Hoy el desván tiene un mejor acceso y llegar allí no es tan complicado.
Tras 35 años, sus tesoros ya no son tales, salvo por su valor histórico propio. Es un simple desván con trastos viejos y sorpresas antiguas, como cualquier desván de recuerdos familiares.
Mas su imagen de Aventura sobrevive en mi corazón.
Una imagen que se renueva cada vez que abro un libro que jamás leí, veo en pantalla líneas de texto que mis ojos no vieron antes.
Ese Desván de los Tesoros es lo que entiendo por leer. Ambas cosas para mí son sinónimos, una relación que siempre existe, que nunca me defraudó.
Por eso, si me preguntaran por enseñar a leer, por generar Amor por leer... propongo armar una expedición hacia algún desván. Aunque no tenga idea de cómo, pues para cada criatura es diferente... aún así, de algo estoy seguro.
Si es la expedición justa, si es el desván adecuado, la Aventura es de por vida.