No vivimos en la Tierra, sino en el sistema Tierra-Luna:
La Luna, vista desde la Estación Espacial Internacional
La Tierra no sería para nada la misma sin la Luna, y la vida en la Tierra, de la que nosotros somos parte, al menos con las mareas oceánicas es influída por ella en forma directa e indirecta.
La Luna ha sido barrera para innumerables asteroides que, en el remoto pasado, podían haber dejado a la Tierra estéril para la Vida. Y lo sigue siendo.
Solo por los dos párrafos anteriores puede decirse que hay una apreciación inexacta de dónde todos estamos parados. Pero aquí tenemos algo un poco más profundo y sutil.
Cuando decimos que solo tenemos esta Tierra, estamos inconscientemente negando todo lo ajeno a ella, vale decir, la Luna. Como si no tuviese nada que ver con nosotros, lo cual es falso. O que es inalcanzable, lo cual también es falso desde 1969:
Repitiendo y propagando conceptos como si fuesen mantras vamos a un razonamiento degradado. En este caso particular, al menos en dos sentidos:
Desde una mirada nómada, en esas condiciones nos volvemos sedentarios y pasivos, resignados, depresivos y dependientes de soluciones externas a nosotros. Justamente en una época de crisis con incertidumbre en aumento, donde más se necesita lo contrario. O sea, confianza, voluntad, acción, creatividad y al menos una mirada más o menos crítica y objetiva de dónde estamos, con qué recursos contamos y por qué.
A mi entender, la mirada ecológica nos ha enriquecido con nuevas perspectivas, consideraciones y responsabilidades. Pero en una actitud entusiasta y a la vez adolescente, las tenemos demasiado focalizadas relegando otros temas sin prestarles debida atención.
Como por ejemplo, preguntarnos cómo puede ser que hace más de 40 años se haya llegado a la Luna, con tecnologías y capacidades inferiores a las actuales. Aventura que ahora nos parece terriblemente difícil, donde siempre se encuentran razones como excusas para no realizarla. Una hipótesis (con detalles algo desactualizados) puede leerse aquí. Hipótesis que por lo menos hace pensar en factores que influyen en nuestra vida actual, porque estamos viviendo sus efectos y resultados.
Para el nómada, siempre en movimiento, es vital saber dónde se pisa y observar el suelo, pero igual de importante es mirar al cielo. En este caso, no es que se trate de llegar a la Luna solamente: tiene que ver con todas las capacidades y posibilidades relacionadas que se puedan aprovechar.
En el pasado, la Luna y las estrellas siempre fueron útiles como recursos para orientarse, medir el tiempo, saber cómo gestionar las cosechas. Gracias a ellos, hoy estamos aquí.
Está muy bien reconocer a nuestra madre Tierra, también es hora de que levantemos nuestra vista y volvamos a considerar los cielos. Al menos, para darnos cuenta de recursos y posibilidades que ignoramos y nos estamos perdiendo.
- nos dejamos acotar en un escenario limitado
- negamos nuestras propias capacidades y logros del pasado, volviéndonos a acotar en una perspectiva limitante
Desde una mirada nómada, en esas condiciones nos volvemos sedentarios y pasivos, resignados, depresivos y dependientes de soluciones externas a nosotros. Justamente en una época de crisis con incertidumbre en aumento, donde más se necesita lo contrario. O sea, confianza, voluntad, acción, creatividad y al menos una mirada más o menos crítica y objetiva de dónde estamos, con qué recursos contamos y por qué.
A mi entender, la mirada ecológica nos ha enriquecido con nuevas perspectivas, consideraciones y responsabilidades. Pero en una actitud entusiasta y a la vez adolescente, las tenemos demasiado focalizadas relegando otros temas sin prestarles debida atención.
Como por ejemplo, preguntarnos cómo puede ser que hace más de 40 años se haya llegado a la Luna, con tecnologías y capacidades inferiores a las actuales. Aventura que ahora nos parece terriblemente difícil, donde siempre se encuentran razones como excusas para no realizarla. Una hipótesis (con detalles algo desactualizados) puede leerse aquí. Hipótesis que por lo menos hace pensar en factores que influyen en nuestra vida actual, porque estamos viviendo sus efectos y resultados.
Para el nómada, siempre en movimiento, es vital saber dónde se pisa y observar el suelo, pero igual de importante es mirar al cielo. En este caso, no es que se trate de llegar a la Luna solamente: tiene que ver con todas las capacidades y posibilidades relacionadas que se puedan aprovechar.
En el pasado, la Luna y las estrellas siempre fueron útiles como recursos para orientarse, medir el tiempo, saber cómo gestionar las cosechas. Gracias a ellos, hoy estamos aquí.
Está muy bien reconocer a nuestra madre Tierra, también es hora de que levantemos nuestra vista y volvamos a considerar los cielos. Al menos, para darnos cuenta de recursos y posibilidades que ignoramos y nos estamos perdiendo.
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